NUESTROS JOVENES SON EL FUTURO




TOMEMOS CONCIENCIA DE LA RESPONSABILIDAD QUE NOS TOCA COMO PADRES Y EDUCADORES.


viernes, 24 de octubre de 2014

¿Es posible pensar el futuro? Por Darío Sztajnszrajber

El tercer jueves de noviembre se conmemora el Día Mundial de la Filosofía. Se estableció para reafirmar que esta disciplina tiene el poder de cambiar el mundo, especialmente de cara a la gente joven. Para abordar este tema, les acercamos las reflexiones del filósofo Darío Sztajnszrajber sobre el futuro y las nuevas generaciones.

Pensar el futuro es pensar el presente. Todo lo que podamos decir sobre el mañana lo decimos desde el hoy. El hoy es totalizante. Es desde el presente que interpretamos el pasado y proyectamos el futuro. Nadie puede prescindir de su momento, de su contemporaneidad, aunque podría ser posible mantener una relación con el presente que no se resigne a la mera complacencia. Ser contemporáneo, nos enseña Agamben, es siempre colocarse en ese lugar extraño donde las luces y sus sombras convergen ambiguamente. No dejarse deslumbrar por las luces de la época, pero tampoco opacar. Poder habitar esos márgenes desde los cuales el presente se nos muestra con sus apuestas y con sus absurdos. Nadie puede prescindir de su momento y sin embargo muchos hacen de su momento el tiempo todo. Y, cuando piensan el futuro, lo hacen extrapolando los valores dominantes de su tiempo, configurando el mañana desde los marcos del hoy. Es una actitud que la antropología denomina etnocentrismo y que en filosofía podríamos llamarla etnocentrismo temporal: todo se mide desde las creencias del presente. El problema es que el presente dista de ser ideal y entonces se reproducen sus mismas deficiencias a la hora de pensar el futuro. La atadura que nuestra concepción del futuro parece tener con el presente es definitivamente incuestionable. Nadie puede pensar algo que todavía no se ha presentado. Y algo peor: cuando el futuro llega, solemos querer adecuarlo a esas proyecciones y en ese acto lo perdemos. 

Mural educ.ar

El futuro es siempre un otro, un extranjero, diría Derridá, algo que sabemos que va a arribar, pero nunca sabemos cómo y menos con qué. Todo lo que podemos decir de ese otro no es más que lo que decimos hoy de nosotros mismos, y por eso el futuro no es. O en todo caso, si es algo, no es más que una figura espectral, una especie de sombra de nuestro presente. Siempre que abordamos cualquier otredad, para comprenderla, la «desotramos», le descontamos su particularidad para hacerla entendible, ya que solo podemos comprender lo que se nos presenta en nuestra contemporaneidad. Por eso, una vez más con Agamben, tal vez se trate de colocarse en ese lugar marginal que nos permite deconstruir el presente para visualizar su historia y de ese modo abrirnos a lo que viene.

El nombre del futuro

Deconstruir, una tarea propia de la filosofía de nuestros tiempos. Un propósito clásico de la filosofía en tanto pone todo en cuestionamiento e intenta vislumbrar los recorridos que han hecho ciertos conceptos para instalarse como naturales. La deconstrucción es la apertura de aquello que se nos presenta cerrado, entendiendo que hasta lo más compacto proviene de una mixtura. Deconstruir como tarea filosófica es poder hacer la historia de nuestras verdades y descubrir tras ellas su propia motivación, su interés, su proveniencia oculta. Es una actitud temporal que busca en el pasado la escritura del presente, pero sobre todo lo hace con el objetivo de dejar que el futuro llegue y no se encuentre sometido ni condicionado a las formas contemporáneas. O dicho de otro modo: el futuro siempre llega. Siempre llega igual, lo entendamos o no lo entendamos. Aunque lo manipulemos o no lo manipulemos. Hay algo de gratuidad en el tiempo. El tiempo se nos da. El tiempo nos excede. Cuanto más abiertos estemos a lo que viene, más lugar le daremos a lo imprevisible. ¿Qué es lo imprevisible? El nombre del futuro… 
Día de la filosofía - Darío Sztajnszrajber

Imprevisibles y libres

Las nuevas generaciones o son la expansión de lo que hoy somos o no sabemos nada de ellas. Si son la expansión de lo que somos, o bien nos continuarán o bien nos negarán, pero siempre estarán atadas a lo que hoy somos. Pero si nosotros en nuestros tiempos, en virtud de un trabajo de deconstrucción, hacemos de lo que somos algo abierto, cambiante, en incesante transformación y, sobre todo, entendiendo que lo que somos siempre puede ser de otra manera, es muy probable que el futuro llegue en su más imprevisible otredad. Las nuevas generaciones llevan un don que no implica nada religioso ni metafísico, sino algo estrictamente existencial: se van a dar. O sea, van a venir. Algo siempre sobrevendrá más allá de nuestra voluntad o de nuestros intentos de sometimiento. El futuro no es domesticable, solo es domesticable el sentido que le damos en el presente, pero cuando el futuro llega, derriba todo mito, toda expectativa, toda condición. 


Mural educ.ar

El futuro nos sobrepasa y en su imprevisiblidad nos libera. Mucho de la libertad se juega en este estar abierto o, dicho con todas letras: no hay libertad si el futuro ya está determinado. Sobre todo porque cualquier determinación es hecha por alguien y con algún motivo. Y seguro que no es para todos. Walter Benjamin entendía el futuro como un final del tiempo donde reinara la justicia para cada uno de los derrotados de la historia. Ese final del tiempo redimiría a todos los que vivieron su propio presente desde la derrota. Por eso su redención supone el final del tiempo, ya que nuestra historia lineal ha sido escrita por los vencedores, pero sobre todo ha sido escrita desde el presente triunfante. Dice Agamben que no hay una verdadera revolución si antes no se produce una revolución en nuestro sentido del tiempo: las nuevas generaciones no serán ni nuevas ni generaciones. Serán algo imprevisible y, por eso, libres.


(*) Las imágenes que ilustran esta nota fueron realizadas por alumnos de la Escuela secundaria de Artes Visuales Nº 58 (La Matanza, provincia de Buenos Aires) y del Centro Polivalente de Arte de la provincia de Salta. Los chicos y las chicas de ambas instituciones pintaron un mural alegórico del 9 de Julio en el ECuNHI(Espacio Cultural Nuestros Hijos), de la Fundación Madres de Plaza de Mayo.


FUENTE: http://www.educ.ar/sitios/educar/blogs/ver?id=113997&referente=estudiantes

TECNOLOGÍA, SOCIEDAD Y CULTURA - MPMPT- UNC

La última vez - POR DARIO SZTAJNSZRAJBER



¿Cuándo fue la última vez que te preguntaste? No buscando una respuesta ni encontrando una certeza, sino la última vez que te escapaste de lo cotidiano y te detuviste. No por cansancio ni por desidia, sino porque sí. ¿Cuándo fue la última vez que te detuviste y dejaste que todo a tu alrededor flotara? Como quien se anima a desconectar las cosas, a quitarles su carácter de utilidad, a sacarlas de la lógica del cálculo. ¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo que no sirviera para nada? Para nada ni para nadie, ya que las servidumbres se presentan de formas muy misteriosas. Algo que no fuese pensado desde la ganancia, el interés o el egoísmo. ¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo porque sí? No porque te convenía o porque lo necesitabas, o incluso porque lo querías; sino porque sí. O al revés: ¿cuándo fue la última vez que la casualidad hizo con vos algo? No algo productivo, ni profundo, ni siquiera algo en sentido estricto. ¿Cuándo fue la última vez que le diste un abrazo a alguien? No a tus seres queridos ni a personas conocidas, sino a “alguien”, no importa a quien. ¿Cuándo fue la última vez que diste? No importa qué. Un regalo no vale por lo que es, sino que vale en tanto regalo. Un regalo no vale. Un regalo no es. Se da y no vuelve. ¿Cuándo fue la última vez que te abriste? ¿O que no te cerraste? ¿O que demoliste tus puertas? ¿O que dejaste entrar al indigente? ¿O que ese otro irrumpió en vos y te llevó puesto? ¿Cuándo fue la última vez que recordaste? No cuando vence la factura de gas o la fecha del examen, sino que te recordaste como una trama, como una huella, como parte del relato en el que te ves inmerso, como el deseo de querer seguir narrándote. ¿Cuándo fue la última vez que lloraste? Simplemente lloraste. De alegría, de tristeza, da igual. Llorar, como quien expresa en ese acto primitivo la existencia viva; como quien solicita, pide, ruega, pero no reclama, ni exige, ni cree merecer.¿Cuándo fue la última vez que te perdiste? No en esta calle o en este trabajo o con este proyecto compartido. Perderse, dejándose llevar por ese acontecimiento imprevisible, dejándolo ser. El mundo está repleto de carteles y señales. El mundo está lleno de héroes que te proponen un formato industrial del ser uno mismo y una carrera exitosa basada en el afianzamiento de lo que sos. No importa qué sos, sino abroquelarte en lo tuyo, o en los tuyos, y sobre todo erigir los muros que hacen del otro y de lo otro algo invisible. Por eso perderse, como quien pasea sin rumbo, o habla con una tortuga, o le pide perdón a un helado por comérselo. Como quien se baja del colectivo para caminar por esas calles extrañas, como quien encuentra una mirada que lo devuelve para adentro y cae en el abismo. ¿Cuándo fue la última vez que tuviste miedo? No por lo que te pudiera pasar, sino por pensar que tal vez nunca no te pasara nada. ¿Cuándo fue la última vez que preferiste la nada al ser, un olor a un concepto, un insomnio a un ansiolítico, un árbol viejo a un ascensor? ¿Cuándo fue la última vez que te traicionaste, que te animaste, que transgrediste, que te lanzaste, que tuviste un sueño, que creíste, que descreíste, que te arrepentiste, que te afirmaste, que te cuestionaste, que soltaste lo propio y te abriste a la pregunta? ¿Cuándo fue la última vez que te preguntaste?

FUENTE: http://sztajnszrajber.blogspot.com.ar/2012/04/la-ultima-vez.html