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jueves, 13 de marzo de 2014

La evaluación en contextos con tecnologías digitales


En artículos anteriores se situó el debate de la evaluación como problema social y político, en términos de formas de distribución de poder y control social. Se pretendió integrar la idea de justicia social en el planteo de la evaluación, analizando la problemática desde lo curricular. Se expresó que sólo es posible repensar la evaluación si se revisa en conjunto la enseñanza. La apuesta consiste, entonces, en abordar la evaluación como práctica poderosa en términos de Maggio. Ahora se propone sugerir alternativas didácticas para pensar la evaluación, en contextos de enseñanza con TIC, que permitan intentar respuestas en torno a los siguientes dilemas: ¿cómo evaluar trabajos colaborativos?, ¿cómo calificar la creatividad de un proyecto?, ¿cómo valorar la apropiación profunda de un contenido?, ¿cómo convertir la evaluación en una opción de inclusión social?
Repensar propuestas de evaluación en el marco de situaciones didácticas mediadas por TIC. Algunas propuestas que no pretenden ser exhaustivas ni excluyentes de otras formas igual de potentes y oportunas para promover la enseñanza poderosa.
En particular se proponen las siguientes:
  • la retroalimentación como parte de un proceso divergente, no lineal, fragmentado y ecléctico;
  • la evaluación colegiada como forma de construcción de ciudadanía y formas colaborativas de trabajo;
  • un obstáculo epistemológico controvertido: el error escolar como práctica sancionable y el error digital como expresión de participación;
  • la evaluación como expansión de la mente, creatividad y construcción identitaria.
La retroalimentación como parte de un proceso divergente, no lineal, fragmentado y ecléctico
Dice Perrenoud que “la evaluación formativa adquiere todo su sentido en el marco de una estrategia pedagógica de lucha contra el fracaso y las desigualdades que está lejos de ser puesta en práctica en todas partes con coherencia y continuidad” (2008: 16).
Sin embargo, es difícil escuchar a algún docente que manifieste explícitamente que la evaluación no debe convertirse en un momento del aprendizaje. Es decir, una instancia que ayude al alumno a continuar del modo en que lo viene haciendo o que le permita rectificar ciertos aprendizajes para mejorar. Desde esta mirada de la evaluación, cobra profundo sentido pedagógico la retroalimentación.
Rebeca Anijovich (2010) plantea que una clave para construir la evaluación como herramienta potente para la enseñanza y el aprendizaje es fortalecer la retroalimentación, es decir, la devolución que realiza un otro (ya sea el docente u otros compañeros, en la medida que estén preparados para hacerlo), sobre las propias producciones. La retroalimentación es básicamente un proceso de regulación de los aprendizajes y la enseñanza.
Una pregunta clave que se formula Anijovich es dónde centra el docente su mirada cuando formula una retroalimentación. Es decir, el foco de la devolución o de los comentarios que hace el docente puede estar en la calidad de resolución de la tarea solicitada, en el tiempo y la forma utilizados por los alumnos para realizar las actividades, en la intencionalidad o voluntad de trabajo del alumno, etcétera.
Esta autora sostiene que la retroalimentación es más productiva si se centra en la tarea, es decir, en cómo el alumno resuelve y cómo autorregula su aprendizaje. Sin embargo, un dato interesante es que habitualmente (según la mirada de esta autora) sucede que “la retroalimentación está más centrada en la necesidad del docente que en la intención de ayudar al alumno a desarrollar conciencia metacognitiva como alternativa para justificar zonas grises en la atribución de calificaciones” (Anijovich; 2010: 134). Por ejemplo, se observa mayor tendencia a explicar las notas intermedias con el objeto de justificar, por ejemplo, un siete, diferenciándolo claramente del seis y del ocho, para transparentar las decisiones del docente y no con la finalidad de contribuir a la mejora de los aprendizajes y revisión del propio proceso cognitivo del alumno.
Identificar los sentidos que les atribuimos a las devoluciones puede evidenciar el lugar asignado a la evaluación. En este sentido, la autora se pregunta: ¿la retroalimentación se propone mirar hacia el pasado o trabajar sobre el futuro?, ¿el impacto y el cambio posterior a la retroalimentación perduran? Es decir, si la idea es revisar lo aprendido o proyectar nuevos aprendizajes. Anijovich advierte que “es importante tener presente que el estudiante no siempre va a producir una acción espontánea de revisión y/o mejora por el solo hecho de haber recibido una retroalimentación” (2010: 135).
  • Para que se puedan revisar los resultados y/o desempeños hacia atrás y, al mismo tiempo, tender a una mejora en el futuro, es necesario dar continuidad al proceso de retroalimentación; esto es posible, por ejemplo, si se solicita al alumno entregar la tarea con las modificaciones indicadas o diseñar un plan de mejora para los próximos trabajos. Lo cual significa que, para valorar la retroalimentación como herramienta que potencie el aprendizaje, esta debe ser aprendida por parte de los alumnos y, por lo tanto, requiere ser enseñada por los docentes.
Claves para enseñar la retroalimentación:
  • Como dijimos, que sea parte de una actividad continua y recurrente y no una sola vez de manera esporádica.
  •  Que se compartan con los alumnos de manera abierta y transparente los criterios y tiempos dedicados para la retroalimentación y los niveles de responsabilidad de docentes y alumnos.
  • Que se provoquen acciones para que la retroalimentación pueda ser complementada con acciones de coevaluación de pares y autoevaluación de las propias producciones. En ambos casos, estas propuestas deben ser preparadas con tiempo y compartidas con los estudiantes.
  • Que se realicen acciones previas que permitan ejercitar acciones de retroalimentación, por ejemplo, corrigiendo de manera colectiva trabajos realizados por alumnos de años anteriores, debatiendo luego los criterios utilizados y comparándolos con la retroalimentación realizada por el docente en su oportunidad.
“La efectividad de una retroalimentación depende de la receptividad de quien la recibe, pero también de cuan eficaz sea el que la comunica. Quien emite el feedback debe utilizar un nivel de lenguaje verbal y no verbal adecuado para su receptor y crear un contexto físico y emocional para que el mensaje impacte en la dirección deseada” (Anijovich; 2010: 136).
¿Qué valor agrega a la retroalimentación que esté mediada por las TIC? El principio que sustenta la potencialidad de la retroalimentación se basa en la contribución para atender a las individualidades de cada estudiante fortaleciendo el principio de educabilidad. Atender a la diversidad apunta a lo que Perrenoud plantea cuando dice que “la evaluación formativa adquiere todo su sentido en el marco de una estrategia pedagógica de lucha contra el fracaso y las desigualdades”. Las nuevas tecnologías permiten apostar a la inclusión dado que:
  • Ofrecen espacios de intimidad para los intercambios, que permiten desinhibir temores y prejuicios (es decir, espacios de comunicación individuales entre el docente y el alumno).
  • Brindan la posibilidad de retroalimentaciones instantáneas (por medio de comunicaciones sincrónicas, como el chat integrado en las plataformas de aprendizaje o con herramientas de la Web 2.0 de edición colaborativa como, por ejemplo, Google Drive o Prezi), justo en el momento en el que el estudiante está atravesando la dificultad. Un dato interesante es que los espacios de chat pueden ser compartidos no sólo con el docente, sino también con otros compañeros; esto fortalece la participación de los compañeros en la retroalimentación.
  • También posibilitan la retroalimentación en intercambios diferidos que, al ser mediados por la escritura, deben ser en alguna medida reflexionados. En una pregunta en un foro no alcanza con decir “no entiendo” como podría hacer un estudiante sentado en su banco de la escuela; las intervenciones suelen tratar de explicar alguna posible razón para la duda y expandir la consulta para hacerla comunicable. Esta explicitación (aunque sea breve) abre la posibilidad de diálogo con el docente.
  • Ofrecen las herramientas para una retroalimentación simple pero intensamente continua. Existen aplicaciones de software libre (plataformas educativas, como Moodle), que permiten guardar el historial de participación de los estudiantes y el historial de retroalimentaciones de los docentes, lo que posibilita ser recursivos y continuos en los comentarios, indicaciones y orientaciones a lo largo de todo el proceso de aprendizaje del estudiante. Existen básicamente dos tipos de reportes: los estadísticos, que informan la cantidad de veces que un alumno ingresó al sitio, el número de clics que hizo, los archivos que abrió, los foros que leyó, el tiempo que estuvo conectado, etc. Y otros que refieren a resúmenes detallados de todas las intervenciones (mensajes enviados, participaciones en foros, preguntas formuladas, comentarios, etc.) de manera cualitativa sobre cada estudiante. Claramente, los dos tipos de reportes ofrecen información diferente. Si entendemos la evaluación como la estamos sosteniendo (y no como un instrumento de control y sanción), el reporte estadístico servirá para:
    • conocer cuáles son los momentos (días y horas del día) en los que los alumnos tienden a ingresar con mayor intensidad a la plataforma; esto permite identificar posibles perfiles de estudiantes;
    • identificar cuáles son las secciones más consultadas y corroborar si se corresponden con la propuesta diseñada por el docente;
    • observar que pueden existir diferentes modos de participar en un foro: dejando un aporte o comentario o simplemente leyendo los comentarios de los compañeros.
Por su parte, el reporte cualitativo permitirá:
  • conocer si el alumno logra identificar sus dudas y consultar sobre ellas;
  • advertir la capacidad para explicar por medio de la escritura sus ideas, sus respuestas y aportes al contenido;
  • identificar si aporta a las construcciones de sus compañeros o si recupera en sus ideas opiniones de los demás.
  • Potenciar las prácticas metacognitivas porque, al estar accesibles los registros de los intercambios, se puede solicitar al estudiante que vuelva sobre ellos para revisar sus respuestas y retroalimentaciones al principio del proceso y compararlas con sus producciones y retroalimentaciones actuales y, a partir de ello, que modifique, reformule, etc., sus primeras respuestas. Por ejemplo, si se utilizan herramientas como el chat, se puede activar la opción de guardar las conversaciones y que los alumnos comparen el tipo de intervenciones y dudas en un chat al inicio de un tema y un chat al cierre de la unidad. Lo mismo se puede hacer con los foros, blogs, etc.
  • Permitirían que la retroalimentación sea parte del proceso de producción de la tarea y no sólo del producto terminado por los alumnos. Es decir, existen herramientas de edición de textos colaborativos (como Google Drive y las wikis) que permiten que varios usuarios participen en la edición de los textos. Estas herramientas suelen ser usadas para que los grupos realicen sus escritos de manera colaborativa, pero también podrían ser espacios en los que se habilite el ingreso al docente para que pueda ir participando en el “durante” de la realización de la tarea, acompañando, interpelando y generando intervenciones que ayuden al alumno (que puede trabajar individual o grupalmente) en la construcción de sus ideas.
Lo interesante es que estos procesos recursivos, reflexivos y metacognitivos son altamente individualizables. Las aplicaciones tecnológicas se caracterizan por registrar las participaciones de cada estudiante, es decir, estos sistemas almacenan los accesos de cada individuo y marcan detalles como tiempo de navegación, páginas que se visitaron, cantidad de clics, comentarios de compañeros leídos, etc. Estas herramientas ofrecen un cúmulo de información que puede ser utilizada por el docente en sus retroalimentaciones para detectar los espacios que generan mayores dificultades o controversias, los tiempos que dedican a comprender algunas consignas, valorar la participación y comentarios entre pares, etc.
Las posibilidades que ofrecen estas tecnologías para la retroalimentación son claramente potentes, pero demandan que los docentes tengan habilidades que van más allá del manejo técnico. Reclaman habilidades que involucran sentidos que deben potenciar la formación de ciudadanía y verdaderas prácticas de inclusión social. Si se conciben las TIC desde este lugar, se podrá potenciar la retroalimentación en pos de la evaluación formativa.
La evaluación colegiada como forma de construcción de ciudadanía y formas colaborativas de trabajo
Abrimos este apartado con una amplia frase extraída de una propuesta de capacitación nacional en TIC destinada a formadores de escuelas técnicas y de formación profesional, preocupados por la vinculación del sistema educativo con el mundo del trabajo. En la frase seleccionada se expresa profundamente el valor de estas herramientas como construcción de ciudadanía para cualquier sujeto que transite su vida en contextos de igualdad e inclusión social.
"Las TIC abren nuevas oportunidades para el ejercicio de los derechos, para habitar el espacio público y construir lo común. Se trata de nuevos canales de expresión, participación y organización. Lo público –afirma Washington Uranga–, si bien puede abrir múltiples (e interminables) debates, puede sintetizarse en el reconocimiento de un “mundo común” en el seno del cual se constituyen las particularidades de los individuos y las personas con diferente identidad. Puede decirse, entonces, que el espacio público es el “lugar” donde, sin negar las particularidades, estas alcanzan su verdadera dimensión y se potencian desde la alteridad. Lo público así entendido es un ámbito privilegiado de la sociedad civil, donde si bien el Estado se encuentra inserto y participante, lo hace en el plano de la igualdad intersectorial y no de preponderancia institucional. Esto se basa también en el reconocimiento de igualdad de condiciones y derechos de todos los actores que participan del espacio público (Uranga, 2007). La ciudadanía se ejerce en las calles, las plazas, los actos eleccionarios o los locales partidarios. Pero hoy también desde las páginas web, los foros o las redes sociales como Twitter. La democracia participativa –continúa el autor– crece en el ámbito de lo local. El municipio o la comuna son los espacios de reconocimiento, donde la vecindad acrecienta la visibilidad de los actores, de las demandas, y permite el intercambio en diálogo directo. [...] En este proceso, la comunicación y las TIC tienen un lugar central […]. Estos medios tienen que ser el espacio donde los diferentes actores establezcan las bases para el diálogo social, para la circulación de información y para el proceso de construcción de consensos y expresión de los disensos." (Minzi y otros, 2011)
Pensar la evaluación como un espacio para construir ciudadanía y habitar el espacio público es claramente una apuesta ético-política que debemos proponernos hoy desde la escuela. Este ejercicio de ciudadanía debe ser enseñado en forma prioritaria, es decir, la escuela debe proponerse preparar a los alumnos para trabajar con otros, ejercitar la tolerancia y la capacidad de escucha, valorar el aporte del compañero, respetar las posturas diferentes y tener capacidad para defender con argumentos las posturas personales, etc. Los procesos evaluativos son claramente oportunidades para trabajar en este sentido y más aún si son mediados por las TIC.
Anijovich plantea: "Para llevar adelante un proceso de evaluación entre pares y que este efectivamente cumpla con su función de retroalimentación es necesario destinar un tiempo para que los estudiantes comprendan el para qué, el sentido, conozcan las diferentes estrategias que se pueden utilizar, así como los obstáculos posibles que inevitablemente encontrarán en el camino. Los estudiantes tienen que conocer los objetivos de la tarea, el tipo de demanda cognitiva que esta implica y los criterios de valoración para ofrecer una retroalimentación que contribuya al aprendizaje de su par." (2010: 142).
Para que un estudiante pueda autoevaluarse, necesita una retroalimentación que lo ayude a clarificar los objetivos que debe alcanzar, los criterios y estándares en su formación profesional, así como las competencias pertinentes en dicha formación o profesión. El trabajo en grupo es una de las modalidades de enseñanza que promueven el aprendizaje activo, centrado en el alumno y que crean, en consecuencia, condiciones para el aprendizaje profundo (Camilloni, 2010: 152).
Los trabajos en grupo permiten que los alumnos hagan tareas que no podrían encarar o completar solos por razones de tiempo, posibilitan que todos los estudiantes intervengan, dado que el tiempo total que se hubiere asignado a la participación de los alumnos, se distribuye entre los miembros de cada grupo. Si el clima es de confianza, se facilita la participación de todos y disminuye la ansiedad excesiva, que constituye un obstáculo para el aprendizaje.
“La evaluación se centra en aspectos esenciales del trabajo del grupo, esto en el producto o en ambos. Es una condición de la buena evaluación informar a los alumnos qué campos del trabajo se van a evaluar y calificar, así como deben serles comunicados y eventualmente discutidos, los criterios que se aplicarán en la evaluación y calificación.” (Camilloni, 2010: 162).
En la evaluación en grupo son varios los aspectos que conviene evaluar, en particular, los que se refieren a la comprensión y cumplimiento de la consigna, al planeamiento y programación del trabajo, su implementación y la introducción de cambios si fueran necesarios, la apertura a la participación de todos los integrantes, el control sobre los que no responden de modo adecuado al esfuerzo conjunto y la capacidad de atender operativamente a los señalamientos del feedback recibido y de autoevaluarse (Camilloni, 2010: 163).
Cuando se organiza la clase para hacer trabajos grupales, es preciso instalar instancias de autoevaluación y de coevaluación por pares como componentes fundamentales del programa que se diseña para evaluar esos trabajos. Así como es necesario aprender a autoevaluarse y a evaluar a otros, el profesor podrá enseñar a hacerlo de modo razonable y justificado. Para ello, es conveniente que el profesor implemente las siguientes acciones preparatorias:
  • calificar trabajos de alumnos de años anteriores explicando los criterios empleados;
  • entregar trabajos de alumnos de años anteriores, sin marcas o correcciones a la vista, para que los alumnos los evalúen, primero en grupos y luego en parejas;
  • proporcionar feedback general y pasar a evaluación por pares de trabajos elaborados en grupo, sin calificación;
asignar trabajos breves primero en grupos, luego en parejas y finalmente individuales, que pueden ser calificados en la misma clase (Camilloni, 2010: 165).
Un obstáculo epistemológico controvertido: el error escolar como práctica sancionable y el error digital como expresión de participación
En el planteo de Bachelard se entiende por obstáculo epistemológico aquello que ya se sabe y “que, como ya se sabe, genera una inercia que dificulta el proceso de construcción de un saber nuevo, que es, precisamente, lo que constituye el acto de conocer” (Camilloni, 1997: 12). Es decir, la idea de obstáculo de Bachelard no está asociada necesariamente a la idea de error o confusión, justamente sería a la inversa. La operación que obstaculiza el nuevo conocimiento es la creencia (acertada o no) de que ya se tiene ese saber y no es necesario adquirirlo.
Sin embargo, la noción de obstáculo epistemológico aporta elementos para pensar en algunos errores o dificultades que se producen en el proceso de comprensión del conocimiento científico, como así también, la construcción de saberes ritualizados y estériles, producto de obstáculos pedagógicos en el ámbito escolar. Es decir, saberes apropiados por los alumnos a lo largo de su trayectoria escolar (saberes adquiridos conscientemente, interpretaciones incorrectas apropiadas y no reformuladas y otros adquiridos por el oficio de estudiante, como dice Perrenoud, y que no suelen ser objetivables), que pueden generar ciertos obstáculos con las nuevas maneras de abordar los contenidos.
Pensar en la noción de error como obstáculo epistemológico alude a los saberes y ritos asociados en la escuela (y en la sociedad en general), que vinculan los desaciertos con transgresiones que se salen de lo “normal” y que, por lo tanto, deben ser necesariamente sancionados y reparados.
Esta idea de error es la base del concepto de evaluación que va en contra de la evaluación formativa que persevera en pos de la democratización de la enseñanza. “La evaluación tradicional no contenta con fabricar el fracaso, empobrece los aprendizajes e induce didácticas conservadoras en los docentes y estrategias utilitarias en los alumnos” (Perrenoud, 2008: 20).
El error entendido como obstáculo epistemológico, y arraigado en las prácticas de docentes y alumnos, entra en profundo conflicto con la integración de las tecnologías en las escuelas. Este error como práctica que debe ser ocultada y evitada en la escuela (por temor a las sanciones y humillaciones), se configura como el elemento de participación y construcción colaborativa más dinamizador que tienen los contextos digitales.
El carácter colaborativo y en red está en el centro del “éxito” de la Web y se ancla en el principio del error y el “no saber” como movilizador. Es decir, lo que motoriza compartir y colaborar tiene que ver con la necesidad de otros de saber. Es altamente frecuente ingresar a la Web con preguntas como, por ejemplo: “No sé hacer una torta, ¿quién me puede ayudar?” o “¿cómo sacar una mancha de chocolate en una prenda de algodón?”, “¿cómo diseñar un avión?”, etc. Si estas preguntas se pueden hacer en la Web, es porque existen miles de personas, una comunidad casi infinita, dispuesta a compartir esas respuestas. Es decir, el no saber y el error son claramente el éxito de la colaboración y participación.
Las TIC promueven escenarios de obstáculos epistemológicos que ponen en tensión la relación entre los modos habituales de vinculación con el conocimiento desde el ámbito escolar como cuerpos estables, ordenados, duraderos, verdaderos, acumulables, progresivos y lineales, que permiten prácticas de evaluación homogéneas y en los que es “evidente” y “confiable” observar la transgresión a la norma. En cambio, las tecnologías digitales se configuran como escenarios de lo incierto, desordenado, descentrado, volátil, cambiante, etc., en los que el error, la duda, el no saber, generan movimiento y crecimiento.
Este obstáculo epistemológico controvertido aludiría a la linealidad del conocimiento como modo de concepción que nos impide comprender la naturaleza multiforme, multidimensional e incierta de la organización hipertextual, multimedial y descentrada. Podría decirse que habría razones pedagógicas (obstáculos pedagógicos, desde el planteo de Bachelard) y razones epistemológicas que habrían favorecido esta noción de conocimiento.
Desde el punto de vista epistemológico, Alicia Camilloni plantea: "La construcción del conocimiento científico se apoya en una teoría de la racionalización discursiva y compleja que tiene en su contra las convicciones básicas, la necesidad de certeza inmediata, la necesidad de partir de lo cierto y la íntima creencia en que efectivamente el conocimiento que se poseía y de dónde se ha partido es cierto." (1997: 14).
Por su lado, Edgar Morin sostiene que la naturaleza disyuntiva del conocimiento comanda nuestro pensamiento sin que tengamos demasiada conciencia de ello. Nuestras formas tradicionales de conocer implican operaciones de “selección de datos significativos y rechazo de datos no significativos (distingue o desarticula) y unión (asocia, identifica); jerarquización (lo principal, lo secundario) y centralización (en función de un núcleo de nociones maestras)” (1990: 28).
Morin sostiene la necesidad de evidenciar este pensamiento mutilante para poder comprender la complejidad del conocimiento. Para este pensador: "La complejidad es efectivamente el tejido de acciones, interacciones, retroacciones, determinaciones, azares, que constituyen nuestro mundo fenoménico. Así es que la complejidad se presenta con los rasgos inquietantes de lo enredado, de lo inextricable, del desorden, la ambigüedad, la incertidumbre... De allí la necesidad, para el conocimiento, de poner orden en los fenómenos, rechazando el desorden, descartar lo incierto, es decir de seleccionar los elementos de orden y de certidumbre, de quitar ambigüedad, clarificar, distinguir, jerarquizar... pero tales operaciones, necesarias para la inteligibilidad, corren el riesgo de producir ceguera si eliminan a los otros caracteres de lo complejo; y efectivamente, como ya lo he indicado, nos han vuelto ciegos." (1990: 32).
Si la hipótesis que aquí se plantea es válida y nuestra tradición en la linealidad del conocimiento nos ha forjado un pensamiento lineal productor de posibles errores de interpretación, simplificador y desvirtuador de la realidad, las TIC se constituyen en el mismo acto en la expresión del obstáculo (denotarían la discontinuidad entre dos modos de concebir el conocimiento) y, a la vez, en el recurso que posibilitaría su abordaje legítimo sin perder complejidad. Estas tecnologías constituyen una herramienta altamente potente para promover entornos complejos para las prácticas de evaluación en los que la riqueza de la complejidad constituye, como dice Burbules, su máximo peligro. 
La evaluación como expansión de la mente, creatividad y construcción identitaria 
El desafío para alcanzar una evaluación formativa es promover y respetar las diferencias para luchar contra el fracaso escolar y garantizar mayores niveles de inclusión social. Entonces, una alternativa interesante para promover estas formas de comprensión divergentes, tiempos disímiles y recorridos particulares, es a través de las potencialidades del arte para configurar escenarios de comprensiones profundas y complejas.
El arte se constituye “como ámbito por excelencia para imaginar y plasmar experiencias ligadas a lo vital, a la construcción identitaria, la expresión, la producción y el conocimiento” (Augustowsky, 2012: 33).
Augustowsky recupera de Dewey la noción de arte como experiencia estética. En esta idea subyace la “conjunción entre sensibilidad y concepto que articulan una nueva perspectiva de arte tanto para los creadores como para los espectadores. Es necesario hacer un giro desde la experiencia sensible hacia el pensamiento. Una obra de arte requiere de un esfuerzo de interpretación, mientras que una cosa no” (2012: 19).
En el tiempo contemporáneo, para hablar de arte resulta imprescindible analizar en profundidad el papel de las tecnologías de la información y la comunicación como escenarios que están modificando nuestra relación con lo real y generando nuevos modelos de pensamiento y de acción. Las TIC posibilitan no solo el acceso a obras de arte amplificando las posibilidades de visualización, sino sobre todo abren la puerta para posicionar al alumno y al docente en el lugar de productores. Es decir, expanden las posibilidades de creación y expresión hacia el mundo de lo imaginable e inimaginable. Este camino hacia la creación y producción inaugura una vía potente para la evaluación no como logro de resultados medibles, sino como ejercicio de retroalimentación.
Asumir el arte como experiencia de conocimiento en la escuela implica desarmar algunos prejuicios en torno al arte como espacio de contemplación. El arte forma parte de la vida cotidiana de la escuela y –dice Augustowsky– es un modo de conocer el mundo en el que intervienen las emociones, pero también la razón y el cuerpo. Es un campo de conocimientos de ideas, de conceptos, pero también de materiales, herramientas, lugares concretos, en el que los sujetos y sus acciones creativas tienen un rol prioritario.
"Concebir el arte como experiencia significa diseñar actividades-proyectos-propuestas en las que chicos, chicas y jóvenes sean incitados a ocupar la escena en un movimiento que los involucre personalmente, íntimamente, que los convoque de modo genuino a la construcción de sentidos propios para repensarse individual y colectivamente a través del arte." (Augustowsky, 2012: 31).
Goldstein (2010) plantea que la obra artística ofrece la alternativa de vehiculizar el acceso al conocimiento a través de los sentidos. La experiencia estética no es una experiencia cualquiera con el arte, puramente placentera, sino que implica necesariamente conmoción. ¿De qué manera se produce experiencia de conocimiento a partir de una experiencia estética?
"Debe haber una necesaria oscilación entre alienación y separación, un cierto extrañamiento. La instauración de ese otro mundo al cual nos arrastra el arte en la experiencia estética, que hace trascender el significado mismo de la obra, propone un conocimiento en ese desconocimiento, es esa esencia propia del arte que nos muestra algo que no está, algo que no es o que es diferente de la realidad que conocíamos. Y eso se produce por medio de la narratividad propia del arte, que es letra no discursiva y se manifiesta como forma de sensibilidad y conceptualidad que constituye la experiencia estética, que es metáfora y metonimia y condición de su propia poesía." (Goldstein, 2010: 66).

La idea interesante es concebir la integración de las imágenes como puertas para narrar nuevas historias, contar algo que no se ha contado aún, o que no se puede contar de otra manera, vincularse con el relato desde las emociones que provoca y permitir la expresión de la imaginación en la construcción de versiones de mundo capaces de transformar nuestro entorno.
Fuente: http://postitulo.educacion.gov.ar/

La evaluación como problema didáctico:


El objetivo es problematizar la noción de evaluación desde una mirada estrictamente didáctica. Se trata de entender los dilemas morales, epistemológicos, conceptuales, cognitivos y metodológicos que intervienen en la evaluación cuando diseñamos acciones de enseñanza mediadas por nuevas tecnologías.
Abrimos el tema con una frase de Anijovich que posiciona claramente el lugar de la evaluación en tensión con la enseñanza:
"En general el tema de la evaluación se analiza como un elemento más de la planificación relegando su mirada a cuestiones puramente instrumentales. Ahondar en la evaluación es considerar las emociones que despierta en el evaluador y en los evaluados; interpelar los contenidos y los modos de enseñar y aprender, los valores que se ponen en juego, los criterios de inclusión y exclusión, las creencias de los docentes acerca de las capacidades de aprendizaje de sus alumnos (2010: 18)".
En este sentido, nuestras prácticas de evaluación se alinean con el modo que construimos para enseñar. En esta relación compleja, se tensan las nuevas tecnologías como objetos simbólicos que reclaman una profunda integración y transforman, en cierta medida, los modos de enseñar y de aprender.
La integración de las nuevas tecnologías en las prácticas de enseñanza no implicaría solo una alternativa para que los docentes puedan innovar en sus propuestas de enseñanza, sino fundamentalmente una responsabilidad ética y política que responda a las transformaciones de orden epistemológico que se están sucediendo a nivel sociocultural.
Implica claramente una postura política y moral, en términos de Litwin, que considera que su verdadera inclusión (desde la mirada de justicia y autenticidad), conlleva igualdad en la calidad de los modos de enseñar y, por lo tanto, de evaluar.
Es una “profunda integración” de las nuevas tecnologías en las aulas y cómo estas transforman las nociones de verdad y conocimiento y, por ende, lo imperioso que es reconfigurar nuestras prácticas de enseñanza y construir lo que Maggio (2012) define como enseñanza poderosa.
Esta autora sostiene que la enseñanza poderosa se caracteriza por:
  • dar cuenta de un abordaje teórico actual, 
  • mirar en perspectiva, estar formulada en tiempo presente, ofrecer una estructura que en sí es original, 
  • y conmover y perdurar.
La propuesta de esta clase será pensar qué tipo de evaluación se corresponde con esta forma de enseñar. En palabras de Maggio (2012), la enseñanza poderosa “da cuenta del estado del arte, del modo de entender un tema de actualidad con todo lo que ello pueda implicar de debate, controversia, dificultad o matices. También con lo que signifique en términos de reconocer los interrogantes y aciertos, que son precisamente los que justifican que se siga construyendo en un campo determinado” (2012: 47).
Una evaluación poderosa da cuenta de un abordaje teórico actual...
No se trata solo de actualización disciplinar, sino de una complejidad disciplinar que habilite la explicación y profundización. Aquí las TIC son centrales. Los nuevos entornos tecnológicos aparecen entramando los modos en los que el conocimiento se construye, pero también aquellos a través de los cuales se difunde. La tecnología crea oportunidades de actualización inéditas para el conocimiento.
Un ejemplo de propuestas de evaluación que aboguen por esta idea de conocimiento, podrían estar vinculadas con ejercicios que impliquen pedir a los alumnos acciones de investigación en la web. Es decir, elaboración de trabajos monográficos que requieren navegar en la red para utilizarla como fuente de información.
Sin embargo, al no comprenderse en profundidad los modos en los que circula y se produce el saber en el contexto de la web, no se suele acompañar a los estudiantes con criterios para hacer estas búsquedas y, por lo tanto, escapan a los parámetros de evaluación. Circulan frases del estilo "internet no sirve porque solo cortan y pegan", "arman las monografías sin leer lo que copiaron", etc.
A continuación, ofrecemos un listado de habilidades que se requerirían para realizar lecturas críticas en la Web (Burbules y Callister, 2001) susceptibles de ser traducidas en criterios de evaluación para este tipo de actividades, que podrían ser insumos para repensar estos trabajos de investigación en internet y diseñar los instrumentos para evaluarlos:

Habilidades para investigar en la Web
Criterios posibles de evaluación
La Web, entendida como rizoma, es un mapa y no un trayecto. Se demanda, entonces, la capacidad del sujeto para tomar decisiones y construir un camino personal de lectura.
- Originalidad en la construcción de las ideas.
- Justificación de las ideas formuladas.
En las representaciones hipertextuales del conocimiento, los nodos se nivelan; a priori, ninguno es más importante o central que otro.
Se requiere, por lo tanto, capacidad para comprender el conocimiento como una construcción social, resultado de la pluralidad de voces, la relatividad del conocimiento, la ausencia de verdades únicas, etcétera.
- Capacidad para identificar puntos de vista diferentes frente una misma problemática.
- Capacidad para reconocer las fuentes y procedencia de las ideas.
Los textos en la Web producen el efecto de fragmentar y descontextualizar las ideas al liberarlos de su posición en alguna narración o línea argumentativa. Por lo tanto, demanda la capacidad de diseñar marcos interpretativos genéricos o procesos de pensamiento heurísticos capaces de producir comprensiones globales que otorguen sentido a la fragmentación.
- Capacidad para integrar las ideas.
- Capacidad para relacionar lo particular con lo general.
La Web permite enlazar más y más fuentes, multiplicar la cantidad de datos y diversificar  los rumbos de las asociaciones significativas hasta un grado potencialmente infinito. Es decir, requiere habilidad para discriminar y seleccionar la información pertinente en el contexto particular de la lectura.
- Construcción de una línea argumentativa que dé cuenta de los recorridos realizados.
El aporte de estos criterios podrían contribuir a repensar instrumentos de evaluación que recuperen uno de los usos más frecuentes para actividades de evaluación que consisten en actividades de búsqueda, selección y procesamiento crítico de la información. 
Una evaluación poderosa, mira en perspectiva y es formulada en tiempo presente...
Continuando con el planteo de Maggio, la enseñanza poderosa mira en perspectiva, es decir, promueve la innovación y el cambio. Este rasgo plantea la necesidad de concebir el conocimiento como constructo en permanente movimiento y desarrollo. En este sentido, las aplicaciones digitales contribuyen a la noción de conocimiento flexible y en transformación. Esta idea de enseñanza se vincula con otro atributo que menciona la autora; la define como formulada en tiempo presente: “se piensa, se crea, se inventa, se concibe, se formula, se diseña para grupos de alumnos particulares” (Maggio, 2012: 54).
Por más que repitamos la misma clase, nunca “nos” sale igual y, en realidad, es potente que sea así. El conocimiento cambia, los contextos cambian, los alumnos cambian y las nuevas tecnologías ayudan a evidenciar ese cambio. La enseñanza poderosa ofrece en sí una estructura original en tanto se abre a la incertidumbre. Integrar TIC implica delegar parte del “control” y ritmo en la tecnología y en los alumnos abriendo la puerta a infinidad de posibilidades según los contextos y sujetos que participen. Este margen de flexibilidad potencia abordajes complejos del conocimiento, planteos que pueden ser divergentes y con finales múltiples para una clase.
Desde estas ideas de enseñanza poderosa potenciada por las nuevas tecnologías, podríamos tratar de mirar críticamente el alcance de ciertas prácticas frecuentes en el diseño de evaluaciones mediadas por las TIC que ponen el énfasis en el diseño de cuestionarios estructurados y de respuesta automática. 
Se trata de cuestionarios online (denominados, desde ciertas tradiciones, pruebas de múltiple opción), que no son originales de los desarrollos tecnológicos (es decir, existen desde antes), pero que han sido altamente expandidos por las posibilidades de sistematización, estandarización y automatización que la programación informática ha logrado.
Se pueden nombrar miles de ejemplos de estos formatos y en casi todos los casos podríamos formularnos preguntas similares. Se trata de reflexionar sobre este tipo de instrumentos en términos de la validez significativa o auténtica y asociarla con la validez de la enseñanza.
La evaluación poderosa, de huellas que conmueven...
Desde allí, podemos analizar lo que posibilita o no, en cada contexto particular, el instrumento diseñado. Maggio continúa analizando los rasgos de la enseñanza poderosa y agrega a las ideas de conocimiento flexible, en movimiento, ligado a la incertidumbre, etc., una característica central en estas prácticas que asocia la posibilidad de vinculación afectiva que construye el sujeto con el conocimiento que está aprendiendo. “Cuando la enseñanza es actual y originalmente concebida, ayuda a pensar y a ver en perspectiva, deja marcas que perduran” (Maggio, 2012: 60). La enseñanza poderosa conmueve y perdura ya que comprende que el conocimiento atraviesa a los sujetos epistemológicamente y emocionalmente. Pensar la enseñanza desde la emoción significa potenciar su rasgo comunicativo y ciudadano. Formar sujetos que sepan comunicarse, expresarse y defender sus ideas, es garantizar ciudadanía que solo perdurará en la medida en que atraviese el plano emocional. Las tecnologías abren exponencialmente la puerta a la emoción; la imagen, el lenguaje audiovisual y las artes son caminos ineludibles para esa emoción
Nos preguntamos, entonces, qué tipo de prácticas evaluativas les permiten a nuestros estudiantes vincularse controversialmente con el conocimiento al punto que los involucre emocionalmente y despierte profundos sentimientos de compromiso epistemológico, ideológico, político y que los motive a expresarse, participar y construir su ciudadanía. Este tipo de vinculación con el aprendizaje ya ha sido desarrollado por teóricos preocupados por promover aprendizajes complejos antes de la integración de las nuevas tecnologías; sin embargo, lo que hoy instalan las TIC por su expansión y velocidad es una responsabilidad moral de asumir la complejidad como forma de entender la enseñanza y la evaluación.
A continuación, parece oportuno recuperar el aporte de Lauren Resnick (1999), enunciado hace casi 15 años atrás, sobre los rasgos que debe tener un pensamiento complejo para interpelarnos sobre los desafíos de la evaluación mediada por las nuevas tecnologías.
Esta autora sostiene que se puede reconocer la presencia de un pensamiento de orden superior cuando tiene las siguientes características (a partir de esta caracterización nos atrevemos a pensar los desafíos que implica para la evaluación promover un pensamiento complejo y cuáles podrían ser las ayudas que ofrecerían las TIC para lograrlo):

Pensamiento de orden superior, según Resnick
Desafíos que formula para la evaluación, según la perspectiva de esta clase
Potencialidades que ofrecerían las TIC
Es no algorítmico, es decir, el curso de acción no está plenamente especificado de antemano.
Si es no algorítmico, ¿cómo determino qué voy a considerar un razonamiento válido (para no formularlo en términos de verdadero o correcto)?
La profunda formación disciplinar orientará la respuesta. En este sentido, las TIC promueven aproximaciones al saber de manera desregulada, actualizada y dilemática.
Tiende a ser complejo. El camino total no es visible (psíquicamente hablando) desde ningún punto de vista ventajoso.
¿Cómo garantizo la construcción de ayudas para que la fragmentación y la complejidad no sean paralizantes? ¿Cómo determino los saberes previos mínimos que serán necesarios para asumir esta nueva complejidad?
Cada propuesta deberá tensar las ideas de diversidad, inclusión y evaluación significativa trabajadas en esta clase y en la anterior. Las TIC ofrecen la sensación de multiplicidad, instantaneidad, fugacidad, saturación y superposición, que tienden a potenciar esta idea de complejidad.
Ofrece, con frecuencia, soluciones múltiples (cada una de las cuales tiene su costo y beneficio), en lugar de soluciones únicas.
¿Cómo promuevo la construcción de un pensamiento que tienda a la controversia cuando la tradición del saber escolar es borrar esas ambigüedades?
Las TIC son fuente de múltiples voces; conviven en los medios y tecnologías digitales múltiples versiones de la realidad que, para ser comprendidas, necesitan ser contextualizadas y situadas en marcos particulares.
Involucra interpretaciones y juicios matizados.
¿Cómo construyo desde la evaluación el margen para que convivan como respuestas válidas interpretaciones y juicios no objetivos y parcializados?
Los medios y las TIC, al ser fuente de múltiples voces, son producto de sujetos y colectivos concretos que construyen sus ideas, saberes y conocimientos desde sus vivencias locales e intereses particulares. Promover la habilidad de situar cada discurso ayudaría a respetar la diversidad de voces e incluso a tomar posición respecto de un tema particular.
Implica la aplicación de criterios múltiples, que a veces entran en conflicto entre sí.
¿Cómo regulo el conflicto para que permita extraer conclusiones y posturas personales?
Será necesario construir claramente las dimensiones desde las cuales se pretenden los abordajes para que la complejidad no sea inabordable. En este punto, las TIC ofrecen espacios potentes para la deliberación y construcción de marcos interpretativos colectivos y colaborativos (herramientas de la Web 2.0 que permiten la colaboración y edición online).
A menudo, incluye incertidumbres, ya que no todo lo que se presenta en la tarea es algo conocido.
¿Sería posible pensar que en una evaluación un alumno plantee que no tiene respuesta para determinado tema o incluso que manifieste que no sabe cómo responder?
Este tipo de incertidumbres podrían ir expresándose a lo largo de todo el proceso de evaluación. Es decir, no siempre la evaluación debe ser al final del resultado. En este sentido, las herramientas (tipo portfolios digitales), que permiten registrar los procesos personales, pueden ser opciones interesantes.
Exige autorregulación del proceso de pensamiento. No reconocemos la existencia de este tipo de pensamiento cuando es otro quien establece cada uno de los pasos que se deben dar.
¿Cómo puedo acompañar desde los diseños de las evaluaciones esos procesos de autorregulación? ¿Cómo enseño a los alumnos a que se autoevalúen?
Las posibilidades de registro que ofrecen las TIC sobre los procesos de creación de los estudiantes permitirían al docente acompañar sus procesos de autorregulación (reportes de registros de participación, acceso a versiones anteriores, editores online podrían ser algunas de estas herramientas).
Es esforzado ya que exige un considerable trabajo psíquico en las elaboraciones y juicios necesarios.
¿Es factible medir en una evaluación el esfuerzo, el trabajo y la energía involucrada en la realización de una tarea? ¿Este esfuerzo y este compromiso deben ser evaluados?
Si sostenemos que los procesos de involucramiento emocional de los alumnos son centrales en el aprendizaje, este rasgo necesariamente debe ser parte de las propuestas evaluativas. En este punto, las TIC son potentes herramientas de expresión con el uso de imágenes, sonidos, textos literarios que permitan a los estudiantes expresar sus estados emocionales en relación con la apropiación de un contenido particular.

Desde estas definiciones, reflexiones y pistas de las relaciones entre la evaluación y las TIC, el desafío es construir una evaluación poderosa que potencie un pensamiento de orden superior
Construyendo criterios de evaluación para una enseñanza memorable
El concepto de Pedagogía de la Esperanza de Freire,  que plantea una manera de entender la enseñanza como acto político, auténtico y memorable. Desde esta complejidad, ¿cómo pensar la evaluación? 
Criterios de evaluación
Con la finalidad de ponerlos en situación de una práctica auténtica de evaluación. Además se pretendiendo que sea colectiva, con la finalidad de poder observar, comparar y reflexionar sobre la propia propuesta a partir de la producción de los compañeros.
En particular podrán ser criterios de evaluación:
  • capacidad de selección de un recurso TIC que potencie el abordaje del contenido que pretenden evaluar con la consigna (pueden tomar la decisión de evaluar sólo una parte del contenido, pero debería quedar explicitado el por qué de esta selección).
  • capacidad de diseño de criterios de evaluación que transparenten los procesos de aprendizajes que se pretenden promover.
  • capacidad de traducir en la formulación de las consignas las ideas de evaluación como práctica inclusiva, auténtica y memorable. originalidad y creatividad en la consigna a la vez que factibilidad de realización.
Fuentes: http://aulapostitulo.educ.ar/

La evaluación como problema para pensar la inclusión digital


Anteriormente se abordó la idea de evaluación como relato con la intención de identificar su rasgo de construcción humana producto de un tiempo y un espacio determinados. 
El objetivo de esta en partir de las nociones previas sobre la evaluación como sistema de distribución desigual de poder y mecanismo de control social y desde este lugar reflexionar sobre la evaluación como alternativa para pensar la inclusión digital. Sobre esta idea se problematizará en torno a las transformaciones que le imprimen las tecnologías digitales a la noción de saber escolar y en lo controvertido que se convierte, por tanto, su evaluación.
A partir de las obras de Berni, en particular, resultan sugerentes de esta colección las que refieren a un personaje creado por el artista, Juanito Laguna, que sufre la exclusión social pero vive con sueños, anhelos y esperanza.
 Al seleccionar una obra de arte como parte del contenido de enseñanza, se integran también las cosmovisiones que tiene cada obra, las sensaciones y emociones que provoca y las ganas de narrarnos a nosotros mismos lo que las imágenes sugieren. No vamos a comentar las obras ni a narrar la vida del artista, solo agregamos algunas de sus frases y brevísimas descripciones (no análisis) que ayudan a leer las imágenes. Para comprender la obra de este artista, les sugerimos navegar en la Web, donde existen numerosos sitios que incluyen contenidos especializados y abordan profundamente el pensamiento y producción de Antonio Berni.
Abordar la evaluación como sistema de distribución de poder y control social significa comprenderla en la trama del dispositivo curricular (Bernstein, 1993). Entender la evaluación desde la mirada curricular implica entender las formas de construcción de la desigualdad y la exclusión social. Este enunciado pone en tensión la relación entre el "enseñar Todo a Todos" (como una manera posible de pensar la inclusión) y el silenciar que en el Todo, nunca  ingresa realmente todo sino que necesariamente dejamos cosas fuera que no podemos enseñar, y que los Todos, no incluye realmente a todos (siempre hay muchos que quedan o quedamos fuera). Esto quiere decir que la evaluación como parte de la trama curricular implica necesariamente la construcción de desigualdades o jerarquías de excelencia como plantea Perrenaud (2008).
Además de esta complejidad propia de la evaluación, se suma  la necesidad de entenderla hoy también en el marco de la reconfiguración sociocultural que provoca la expansión de las TIC en las prácticas sociales y educativas, y su rol en la trama de nuevos derechos y formas de inclusión social.
Las TIC como factor estructurante de la sociedad son un fenómeno que, sin duda, presenta diferentes aristas de análisis. Por un lado, dinamizan cambios que involucran al conjunto de la vida social en un marco de “globalización asimétrica”, promotora de desequilibrios que exceden las variables meramente tecnológicas. En este sentido, existe evidentemente una asimetría en el uso que se hace de las TIC en nuestra sociedad; hacemos alusión a la llamada “brecha digital”, que diferentes autores caracterizan como una forma de construcción de la desigualdad y la exclusión.
En ese contexto, la escuela es posicionada como responsable de un proceso de alfabetización que ahora también incluye el acceso a nuevos lenguajes y códigos, que potencian y estructuran nuevos modos de pensar y comunicarse en nuestra sociedad.
En principio podría pensarse que el paso por la escuela en su dispositivo curricular integra como principio de justicia social (en términos de Dubet) la inclusión digital, al fomentar programas y políticas de integración de las TIC. Sin embargo, si los usos que se despliegan no son profundos ni provocan verdaderas transformaciones en las formas de enseñar y de aprender, precarizan el objeto (las TIC) y profundizan aún más las diferencias y desigualdades sociales, o lo que algunos autores denominan brecha digital.
"Las TIC se presentan como extraordinarias bisagras materiales y simbólicas del mundo globalizado. Ellas logran articular el terreno propio con el lejano. Pero la globalización –plantea Jesús Martín-Barbero– pone en marcha un proceso de interconexión mundial que conecta todo lo que instrumentalmente vale (empresas, instituciones, individuos) al mismo tiempo que desconecta todo lo que no vale para esta razón. Este proceso de inclusión/exclusión a escala planetaria está convirtiendo a la cultura en un espacio estratégico. En él es donde se galvanizan hoy las identidades como motor de lucha y de demanda de reconocimiento. Ni uno ni otro pueden formularse en términos económicos o políticos, porque a lo que se refiera la cultura es a la idea de “pertenecer a” y “compartir con” (Minzi y otros, 2011: 33).
A lo largo de la historia curricular, la idea de igualdad e inclusión social se ha ido instalando en su concepción más débil, solo como permanencia dentro del sistema, dejando de lado la igualdad en la calidad de la formación. Por su parte, la atención a la diversidad también suele instalarse en su sentido débil como legitimación de las diferencias.
En este sentido, pensar la noción de inclusión en sentido débil sería el gran riesgo al integrar las TIC en la trama curricular. Asignarles el valor de instrumentos novedosos, medios que por sí solos promueven la participación, medios que por sí mismos garantizan el acceso democrático al conocimiento, serían apreciaciones peligrosas que potenciarían el sentido débil legitimando las diferencias. Es decir, si la inclusión de las TIC no garantiza una reestructuración en la manera de entender el conocimiento que se enseña, los modos en los que los alumnos aprenden y las formas de evaluar esos saberes, no podríamos considerar principios de justicia curricular. Camilloni plantea que
 “los procesos de conversión o traducción de los conocimientos en contenidos curriculares son los que determinan tanto la validez de lo que se enseña cuanto la validez de los aprendizajes que se evalúan” (2010: 40).
Esta autora presenta una idea interesante de validez de evaluación al proponer que su fortaleza radica en la capacidad del instrumento para medir lo que se pretende evaluar con él, considerando que la validez solo es significativa en la medida en que se asocia a la validez de la enseñanza y ésta, a la significatividad del conocimiento. A su vez, la validez de los contenidos enseñados debe alinearse a la definición de los programas curriculares e instalar nuevamente el debate en el principio pedagógico del todo a todos.
La validez significativa de la evaluación instala el problema acerca de las transformaciones epistemológicas que provocan las mediaciones tecnológicas en los modos de producción y circulación de los conocimientos en el contexto actual.
Estas mediaciones tecnológicas, como señala Martín-Barbero (junto con muchos autores que analizan las TIC en relación con el mundo de la cultura), dejan de ser instrumentales para espesarse, densificarse y convertirse en estructurales: la tecnología remite hoy no a unos aparatos, sino a nuevos modos de percepción y comprensión de nuestro mundo y, por lo tanto, a nuevas maneras de construirnos como sujetos, es decir, nuevas sensibilidades y subjetividades.
Estos nuevos modos de conocer se ven impactados por las características de las tecnologías que operan en escenarios dislocados espacial y temporalmente, signados por la fugacidad, la instantaneidad, la saturación informativa, la fragmentación, la multiplicidad de lenguajes, etc. Estas mediaciones desarman conceptos tradicionales del saber como verdades absolutas, duraderas a lo largo tiempo, clasificables, con márgenes certeros entre los diferentes campos del conocimiento, con claras demarcaciones entre la teoría y la práctica, etcétera.
La escuela y su dispositivo curricular se asientan sobre la versión tradicional del saber o sobre la cultura libresca, como diría Martín-Barbero. Por lo tanto, nociones de verdad y certeza (típicas en las definiciones de contenidos escolarizados sometidos a la evaluación) se traducen en versiones del saber correctas o incorrectas, completas o incompletas, susceptibles de medición y validez.
En este sentido, el debate no solo se instala en el diseño de los instrumentos de evaluación, sino también en la concepción del conocimiento que se construye en el marco del dispositivo curricular y en las mediaciones que producen las tecnologías del conocimiento en esta construcción.
Entonces, a la validez significativa de la evaluación se asocia la validez de la enseñanza en términos de contenidos “socialmente válidos de ser aprendidos” y, a su vez, la necesidad de atender las diversidades culturales de los sujetos y contextos sociales en los que se desarrollan.
Raquel Katzkowicz aborda esta problemática desde la relación entre diversidad y evaluación. Plantea:
"Cuando proponemos respetar la diversidad de los alumnos a través de los procesos de enseñanza en el aula, incluyendo la evaluación, en particular la formativa, nos mueven preocupaciones éticas, de respeto a las individualidades, así como preocupaciones de índole social, en el sentido de promover, desde las instituciones educativas, modelos de formación ciudadana en los cuales se jerarquice el aporte de todos y cada uno en la construcción social". (2010: 106)
 Sin embargo, en la realidad del aula, la tendencia es el diseño de propuestas de evaluación dirigidas a grupos homogéneos, que desconocen las singularidades y particularidades. Las nuevas tecnologías podrían convertirse en opciones válidas para respetar la diversidad ya que ofrecerían versiones múltiples del saber y de los hechos de la realidad potenciando la controversia y el debate desde la tolerancia y el respeto, a la vez que aportarían espacios de creación, expresión y colaboración para los alumnos promoviendo la participación activa en la producción de conocimiento.
Atender la diversidad implica un profundo compromiso con la idea de igualdad. No una igualdad homogeneizadora, sino una igualdad inclusora. Connell plantea que la idea de igualdad se vincula con el principio de participación y escolarización común, por el que “los sistemas educativos en sus declaraciones de objetivos proclaman en general que están preparando a los futuros ciudadanos para la participación en una democracia. Pero ser participantes activos en esa toma de decisiones requiere una diversidad de conocimientos y destrezas (incluida la habilidad de adquirir conocimiento)”. (1993: 67)
Por ejemplo, en el caso de la integración de las nuevas tecnologías en las escuelas, si solo se promueven sentidos mecánicos y ritualizados que se insertan en la lógica escolar, es decir, fragmentados, descontextualizados, sin impacto real en la comunidad, sin intención comunicacional, se desconocen las potencialidades de las nuevas tecnologías y se dejan fuera los sentidos profundos y democráticos de las TIC. Desde la perspectiva de Connel, estas acciones curriculares estarían negando la igualdad social, entendiendo la idea de igualdad como una construcción histórica, móvil, dinámica y cultural.
Este concepto de igualdad se vincula con el principio homogeneizador con el que surgen los sistemas educativos nacionales, que pretendían, en su momento, atenuar las diferencias de origen de la población escolar. Dice Terigi al respecto:
"Podemos entender este propósito homogeneizador como un gesto de construcción de igualdad o, por el contrario, como un arrasamiento de las singularidades, pero no se trata de que alguna vez la población escolar fue homogénea y ahora comenzó a diversificarse, sino que la pretensión homogeneizadora que ha fundado el proyecto escolar decimonónico ya no puede sostenerse legítimamente y no logra concretarse de manera efectiva" (2010: 106).

Las instituciones educativas se enfrentan a un nuevo contexto en el que las TIC abren las oportunidades para una participación democrática más horizontal. De allí que en su histórica tarea de formar ciudadanos ya no se podrá limitar a informar sobre el conjunto de derechos políticos, civiles y sociales de la población sino volverlos un ejercicio. Los blogs, las redes sociales protegidas, los posteos pueden ser interesantes primeros pasos en el arte de opinar, debatir y peticionar (Minzi y otros, 2011: 43).
Desde esta mirada, la noción de inclusión digital se configura como derecho inalienable de los sujetos y como obligación ética y moral de las escuelas y docentes.
¿Qué beneficios implica el acceso a una computadora, en términos de igualdad de oportunidades (como lo llama Dubet), en el marco de una escolarización meritocrática? Es decir, todos accederían a las nuevas tecnologías con las mismas oportunidades, pero solo algunos podrían hacer uso de ellas con sentidos emancipadores, críticos, creativos, participativos, y a la mayoría le quedarían asignados usos escolarizados y fragmentados. Usos empobrecidos, didácticas conservadoras y estrategias utilitarias, diría Perrenoud (2008).
Terigi (2010) plantea que, a pesar de la complejidad que pueda implicar pensar la diversidad en la evaluación, es un tema ético y político urgente que se debe abordar. Significa desafiar la profecía de las teorías de reproducción (en términos de Katzkowicz, 2012) que destacan prioritariamente nuestra labor docente como parte del sistema de distribución injusta de poder y control social. Se trata de sostener el principio de educabilidad del que habla Terigi y definir la plena inclusión como aquella situación en la que todos los chicos pueden aprender en las condiciones pedagógicas adecuadas. Es decir, “en contraposición con los modos de entender la educabilidad, según los cuales ésta estaría caracterizada por un conjunto de condiciones que deberían reunir los sujetos para poder aprovechar la experiencia educativa, aquí sostenemos que la educabilidad es relativa a las condiciones en que tiene lugar la escolarización” (Terigi, 2004: 9).
La educabilidad, entonces, es un atributo de la situación y esta situación está al alcance de los maestros, de las escuelas, de las familias y de las políticas educativas para que la materialicen. Este planteo insiste en la necesidad de desafiar la profecía de las teorías de reproducción que conciben el fracaso escolar y las formas de exclusión como condición necesaria de la lógica del sistema. Perrenoud afirma que la evaluación existe entre dos lógicas: la que selecciona, excluye y empobrece, y la que resiste, incluye y aboga contra el fracaso. Esta convivencia de lógicas “decepciona o escandaliza a los que luchan contra el fracaso escolar, pero con un poco de retrospectiva histórica se puede sostener que la existencia de una nueva lógica (integradora e inclusiva) es una conquista extraordinaria” (Perrenoud, 2008: 18).
Para terminar, compartimos una reflexión de Pablo Gentili (2011):

"Para universalizar la educación, no solo es necesario que haya más niños y niñas en las escuelas. Es necesario también que estas sean cada vez mejores para todos, a fin de disminuir la brecha que separa a los que acceden a una educación de calidad y a los que tienen como única oportunidad una escolaridad sin recursos, pobre y muchas veces abandonada a su suerte. En materia de democracia, la universalización de la escuela y la igualdad de oportunidades y condiciones educativas para todos forman parte del mismo proceso. “Universalizar” un sistema pobre para los pobres y preservar intacto un inventario de privilegios y oportunidades para los sectores más ricos es lo que se ha hecho durante buena parte de nuestra historia" (2011: 17).
¿Podría ser la evaluación mediada por las tecnologías una herramienta potente para revertir esta situación? Pensando en la evaluación auténtica: ¿qué, cuándo y por qué?
Habitualmente, al mismo tiempo que planificamos los contenidos y tiempos de enseñanza, planificamos los contenidos y tiempos de las evaluaciones. Necesariamente, en estos diseños hacemos recortes y seleccionamos qué evaluar, cuándo y por qué.
Criterios que se sugiere que tengan en cuenta como estrategia de autoevaluación:

  • capacidad de reflexión sobre la propia práctica y de revisión de esta;
  • construcción de argumentos basados en conceptos y teorizaciones que permitan superar opiniones del sentido común;
  • capacidad de relación entre la mirada de Connell y los conceptos desarrollados en esta clase;
  • capacidad de integración de las reflexiones personales elaboradas en la clase anterior desde una mirada crítica y analítica.

Fuente:http://postitulo.educacion.gov.ar/