Por: Vanesa E. Soria.
La tarea de seleccionar
y disponer adecuadamente una serie de elementos con objeto de empaquetar
eficientemente el conocimiento disciplinar que se debe presentar al estudiante
para su aprendizaje es responsabilidad de políticos y administradores educativos
y no de quienes están en la práctica diaria de las escuelas. Ésta tarea la
realizan expertos en las distintas disciplinas y áreas de conocimiento. Los
profesores y profesoras lo adaptan, concretan y aplican en sus aulas ese “diseño
curricular”.
“El diseño curricular, por tanto,
constituye un tipo de actividad que consiste no sólo en tomar decisiones que
tienen que ver con lo que queremos conseguir y lo que haremos para conseguirlo,
sino que supone también reflexionar sobre por qué tomaremos determinadas
decisiones y realizaremos tales o cuales prácticas. Se configura como un
conjunto de reflexiones, propuestas, prescripciones y previsiones para la
acción.”[1]
Un diseño
curricular no es un plan cerrado que se debe cumplir incondicionalmente, sino
una propuesta abierta, posible y flexible que le sirve al profesor como guía y
que puede y debe, si fuera necesario, ser modificada en la práctica. Esas
modificaciones que va a realizar, con su idea de realidad y los valores que va
a querer transmitir es el desarrollo curricular. Dicho de otra forma: el
currículum es una propuesta concreta de actuación real y las acciones que se
llevan a cabo, ese conjunto de procesos que se realizan para cambiar tal
realidad lo vamos a identificar como “desarrollo curricular”. Se denota, como
señala acertadamente ÁNGULO (1994), que no siempre es clara la frontera entre
el diseño y el desarrollo curricular.
Para Stenhouse
(1984), el proceso de diseño y desarrollo curricular debe concebirse como un
proceso de investigación educativa; esto implica que la revisión o evaluación
de dicho proceso no solamente incluye la comprobación de que se han conseguido
ciertos resultados visibles de aprendizaje de los alumnos; es investigación,
fundamentalmente, porque de lo que se trata es de construir y disponer de
conocimiento práctico sobre el propio proceso de diseño y desarrollo del
currículum, sobre su articulación y sobre su puesta en práctica.
La gestión
curricular es el ejercicio que lleva a cabo el directivo de una institución
escolar, este rol implica ejecutar acciones que involucran a los diversos
sujetos que interactúan en ella y cuyo sentido se construye sobre la base de la
misión fundamental de enseñar. La gestión curricular cobra sentido cada vez que
se concretan los procesos de enseñanza y promueve situaciones de aprendizaje continuo
en los docentes.
Abordando la gestión curricular
institucional, la institución construye
su identidad, y esto es importante para dimensionar las prácticas, pero también
es un continuo proceso para considerar qué tipo de conocimientos se ha de
valorar por sobre otros y cómo se abordarán los problemas que se enfrentan en
la vida cotidiana de las escuelas.
Bajo situaciones vividas en las escuelas que
presentan diferentes problemáticas, se va a necesitar un análisis tomando como referencia a alguno de los tres ejes de la gestión curricular
institucional. Ello puede implicar, por ejemplo incluir a los alumnos en planes
y programas especiales que se pondrán en marcha y considerarán la necesidad de
revisar contenidos y condiciones de evaluación. “Instancias que deben ser
planificadas sobre la base de la combinación de métodos, instrumentos y fuentes
que permitan realizar un análisis vinculado con la comprensión profunda de la
realidad institucional y su contexto; que faciliten la toma de decisiones para
profundizar, corregir o ajustar las prácticas políticas y sociales,
institucionales y curriculares que configuran el entramado de la gestión
curricular institucional.”[2]
Este cambiar las cosas para mejorarlas de
forma deliberada implica la construcción de un “proyecto curricular”. Un
proyecto curricular es un instrumento de gestión del currículum que vincula diversos
dispositivos que se relacionan en el quehacer diario de la institución escolar y
que tienen su centro en el desarrollo de los aprendizajes de los alumnos y
alumnas, que entran en relación con el mundo escolar y se vinculan con el
conocimiento a través de la mediación y facilitación que hacen los profesores y
profesoras en el acto pedagógico.
El Proyecto Curricular, es un instrumento de coherencia
educativa, una guía abierta y flexible, y un medio dinamizador de la acción
educativa mediante el cual se concreta, de manera clara, el "deber
ser" educacional establecido en el PEI, que debe elaborarse de acuerdo a
la realidad de cada establecimiento, a las metas que se propone lograr con los
alumnos.
Finalmente, es preciso señalar que el rol directivo
y el proyecto curricular en la gestión escolar, se muestran como los
dispositivos que tienen la tarea de articular la compleja gestión del
currículum en la escuela hoy.
La acción
educativa requiere frecuentemente de decisiones inmediatas, incluso
improvisadas y complejas. El docente se mueve en un hábitat donde debe realizar
simultáneamente distintas tareas y responder a variadas demandas. Por ello,
todo proyecto educativo, todo diseño curricular se verá irremediablemente
filtrado por el sello y la proyección del profesor concreto que gobierna y
ejerce la acción educativa.[3]
[1] Clemente Linuesa, M. (2010), “Diseñar el
currículum. Prever y representar la acción”, en Saberes e incertidumbre sobre
el currículum.
[2] Dirección General de Cultura y Educación
(2005), El rol del director en la gestión curricular institucional, Dirección
de Educación Primaria Básica. Subdirección de Gestión Curricular Institucional.
[3] Clemente Linuesa, M. (2010), “Diseñar el
currículum. Prever y representar la acción”, en Saberes e incertidumbre sobre
el currículum.
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