Anteriormente
se abordó la idea de evaluación como relato con la intención de identificar su
rasgo de construcción humana producto de un tiempo y un espacio
determinados.
El
objetivo de esta en partir de las nociones previas sobre la evaluación como
sistema de distribución desigual de poder y mecanismo de control social y desde
este lugar reflexionar sobre la
evaluación como alternativa para pensar la inclusión digital. Sobre esta
idea se problematizará en torno a las transformaciones que le imprimen las
tecnologías digitales a la noción de saber escolar y en lo controvertido que se
convierte, por tanto, su evaluación.
A partir
de las obras de Berni, en particular, resultan sugerentes de esta colección las
que refieren a un personaje creado por el artista, Juanito Laguna, que sufre la
exclusión social pero vive con sueños, anhelos y esperanza.
Al seleccionar una obra de arte como parte del
contenido de enseñanza, se integran también las cosmovisiones que tiene cada
obra, las sensaciones y emociones que provoca y las ganas de narrarnos a
nosotros mismos lo que las imágenes sugieren. No vamos a comentar las obras ni
a narrar la vida del artista, solo agregamos algunas de sus frases y brevísimas
descripciones (no análisis) que ayudan a leer las imágenes. Para comprender la
obra de este artista, les sugerimos navegar en la Web, donde existen numerosos
sitios que incluyen contenidos especializados y abordan profundamente el
pensamiento y producción de Antonio Berni.
Abordar
la evaluación como sistema de distribución de poder y control social significa
comprenderla en la trama del dispositivo curricular (Bernstein, 1993). Entender la evaluación desde la mirada
curricular implica entender las formas de construcción de la desigualdad y la
exclusión social. Este enunciado pone en tensión la relación entre
el "enseñar Todo a Todos" (como una manera posible de pensar la
inclusión) y el silenciar que en el
Todo, nunca ingresa realmente todo sino que necesariamente dejamos
cosas fuera que no podemos enseñar, y que los Todos, no incluye realmente a todos (siempre hay muchos que
quedan o quedamos fuera). Esto quiere decir que la evaluación como parte de la
trama curricular implica necesariamente la construcción de desigualdades o
jerarquías de excelencia como plantea Perrenaud (2008).
Además de
esta complejidad propia de la evaluación, se suma la necesidad de
entenderla hoy también en el marco de la reconfiguración sociocultural que
provoca la expansión de las TIC en las prácticas sociales y educativas, y su
rol en la trama de nuevos derechos y formas de inclusión social.
Las TIC
como factor estructurante de la sociedad son un fenómeno que, sin duda,
presenta diferentes aristas de análisis. Por un lado, dinamizan cambios que
involucran al conjunto de la vida social en un marco de “globalización
asimétrica”, promotora de desequilibrios que exceden las variables meramente
tecnológicas. En este sentido, existe evidentemente una asimetría en el uso que
se hace de las TIC en nuestra sociedad; hacemos alusión a la llamada “brecha
digital”, que diferentes autores caracterizan como una forma de construcción de
la desigualdad y la exclusión.
En ese contexto, la escuela es posicionada como
responsable de un proceso de alfabetización que ahora también incluye el acceso
a nuevos lenguajes y códigos, que potencian y estructuran nuevos modos de
pensar y comunicarse en nuestra sociedad.
En
principio podría pensarse que el paso por la escuela en su dispositivo
curricular integra como principio de justicia social (en términos de Dubet) la
inclusión digital, al fomentar programas y políticas de integración de las TIC.
Sin embargo, si los usos que se despliegan no son profundos ni provocan
verdaderas transformaciones en las formas de enseñar y de aprender, precarizan
el objeto (las TIC) y profundizan aún más las diferencias y desigualdades
sociales, o lo que algunos autores denominan brecha digital.
"Las TIC se presentan como
extraordinarias bisagras materiales y simbólicas del mundo globalizado. Ellas
logran articular el terreno propio con el lejano. Pero la globalización
–plantea Jesús Martín-Barbero– pone en marcha un proceso de interconexión
mundial que conecta todo lo que instrumentalmente vale (empresas,
instituciones, individuos) al mismo tiempo que desconecta todo lo que no vale
para esta razón. Este proceso de inclusión/exclusión a escala planetaria está
convirtiendo a la cultura en un espacio estratégico. En él es donde se
galvanizan hoy las identidades como motor de lucha y de demanda de
reconocimiento. Ni uno ni otro pueden formularse en términos económicos o
políticos, porque a lo que se refiera la cultura es a la idea de “pertenecer a”
y “compartir con” (Minzi y otros, 2011: 33).
A lo
largo de la historia curricular, la idea de igualdad e inclusión social se ha
ido instalando en su concepción más débil, solo como permanencia dentro del
sistema, dejando de lado la igualdad en la calidad de la formación. Por su
parte, la atención a la diversidad también suele instalarse en su sentido débil
como legitimación de las diferencias.
En este
sentido, pensar la noción de inclusión en sentido débil sería el gran riesgo al
integrar las TIC en la trama curricular. Asignarles el valor de instrumentos
novedosos, medios que por sí solos promueven la participación, medios que por
sí mismos garantizan el acceso democrático al conocimiento, serían
apreciaciones peligrosas que potenciarían el sentido débil legitimando las
diferencias. Es decir, si la
inclusión de las TIC no garantiza una reestructuración en la manera de entender
el conocimiento que se enseña, los modos en los que los alumnos aprenden y las
formas de evaluar esos saberes, no podríamos considerar principios de justicia
curricular. Camilloni plantea que
“los
procesos de conversión o traducción de los conocimientos en contenidos
curriculares son los que determinan tanto la validez de lo que se enseña cuanto
la validez de los aprendizajes que se evalúan” (2010: 40).
Esta
autora presenta una idea interesante de validez de evaluación al proponer que
su fortaleza radica en la capacidad del instrumento para medir lo que se
pretende evaluar con él, considerando que la validez solo es significativa en la medida en que se asocia a la
validez de la enseñanza y ésta, a la significatividad del conocimiento. A
su vez, la validez de los contenidos enseñados debe alinearse a la definición
de los programas curriculares e instalar nuevamente el debate en el principio
pedagógico del todo a todos.
La
validez significativa de la evaluación instala el problema acerca de las
transformaciones epistemológicas que provocan las mediaciones tecnológicas en
los modos de producción y circulación de los conocimientos en el contexto
actual.
Estas
mediaciones tecnológicas, como señala Martín-Barbero (junto con muchos autores
que analizan las TIC en relación con el mundo de la cultura), dejan de ser
instrumentales para espesarse, densificarse y convertirse en
estructurales: la tecnología
remite hoy no a unos aparatos, sino a nuevos modos de percepción y comprensión
de nuestro mundo y, por lo tanto, a nuevas maneras de construirnos como
sujetos, es decir, nuevas sensibilidades y subjetividades.
Estos
nuevos modos de conocer se ven impactados por las características de las
tecnologías que operan en escenarios dislocados espacial y temporalmente,
signados por la fugacidad, la instantaneidad, la saturación informativa, la
fragmentación, la multiplicidad de lenguajes, etc. Estas mediaciones desarman
conceptos tradicionales del saber como verdades absolutas, duraderas a lo largo
tiempo, clasificables, con márgenes certeros entre los diferentes campos del
conocimiento, con claras demarcaciones entre la teoría y la práctica, etcétera.
La
escuela y su dispositivo curricular se asientan sobre la versión tradicional
del saber o sobre la cultura libresca, como diría Martín-Barbero. Por lo tanto,
nociones de verdad y certeza (típicas en las definiciones de contenidos
escolarizados sometidos a la evaluación) se traducen en versiones del saber
correctas o incorrectas, completas o incompletas, susceptibles de medición y
validez.
En este
sentido, el debate no solo se instala en el diseño de los instrumentos de
evaluación, sino también en la concepción del conocimiento que se construye en
el marco del dispositivo curricular y en las mediaciones que producen las
tecnologías del conocimiento en esta construcción.
Entonces,
a la validez significativa de la evaluación se asocia la validez de la
enseñanza en términos de contenidos “socialmente válidos de ser aprendidos” y,
a su vez, la necesidad de atender las diversidades culturales de los sujetos y
contextos sociales en los que se desarrollan.
Raquel
Katzkowicz aborda esta problemática desde la relación entre diversidad y
evaluación. Plantea:
"Cuando proponemos respetar
la diversidad de los alumnos a través de los procesos de enseñanza en el aula,
incluyendo la evaluación, en particular la formativa, nos mueven preocupaciones
éticas, de respeto a las individualidades, así como preocupaciones de índole
social, en el sentido de promover, desde las instituciones educativas, modelos
de formación ciudadana en los cuales se jerarquice el aporte de todos y cada
uno en la construcción social". (2010: 106)
Sin embargo, en la realidad del aula, la
tendencia es el diseño de propuestas de evaluación dirigidas a grupos
homogéneos, que desconocen las singularidades y particularidades. Las nuevas
tecnologías podrían convertirse en opciones válidas para respetar la diversidad
ya que ofrecerían versiones múltiples del saber y de los hechos de la realidad
potenciando la controversia y el debate desde la tolerancia y el respeto, a la
vez que aportarían espacios de creación, expresión y colaboración para los
alumnos promoviendo la participación activa en la producción de conocimiento.
Atender
la diversidad implica un profundo compromiso con la idea de igualdad. No una
igualdad homogeneizadora, sino una igualdad inclusora. Connell plantea que la
idea de igualdad se vincula con el principio de participación y escolarización
común, por el que “los sistemas
educativos en sus declaraciones de objetivos proclaman en general que están
preparando a los futuros ciudadanos para la participación en una democracia.
Pero ser participantes activos en esa toma de decisiones requiere una
diversidad de conocimientos y destrezas (incluida la habilidad de adquirir
conocimiento)”. (1993: 67)
Por
ejemplo, en el caso de la integración de las nuevas tecnologías en las
escuelas, si solo se promueven sentidos mecánicos y ritualizados que se
insertan en la lógica escolar, es decir, fragmentados, descontextualizados, sin
impacto real en la comunidad, sin intención comunicacional, se desconocen las
potencialidades de las nuevas tecnologías y se dejan fuera los sentidos
profundos y democráticos de las TIC. Desde la perspectiva de Connel, estas
acciones curriculares estarían negando la igualdad social, entendiendo la idea
de igualdad como una construcción histórica, móvil, dinámica y cultural.
Este
concepto de igualdad se vincula con el principio homogeneizador con el que
surgen los sistemas educativos nacionales, que pretendían, en su momento,
atenuar las diferencias de origen de la población escolar. Dice Terigi al
respecto:
"Podemos entender este
propósito homogeneizador como un gesto de construcción de igualdad o, por el
contrario, como un arrasamiento de las singularidades, pero no se trata de que
alguna vez la población escolar fue homogénea y ahora comenzó a diversificarse,
sino que la pretensión homogeneizadora que ha fundado el proyecto escolar
decimonónico ya no puede sostenerse legítimamente y no logra concretarse de
manera efectiva" (2010: 106).
Las
instituciones educativas se enfrentan a un nuevo contexto en el que las TIC
abren las oportunidades para una participación democrática más horizontal. De
allí que en su histórica tarea de formar ciudadanos ya no se podrá limitar a
informar sobre el conjunto de derechos políticos, civiles y sociales de la población sino volverlos un ejercicio. Los
blogs, las redes sociales protegidas, los posteos pueden ser interesantes
primeros pasos en el arte de opinar, debatir y peticionar (Minzi y otros, 2011:
43).
Desde
esta mirada, la noción de inclusión digital se configura como derecho
inalienable de los sujetos y como obligación ética y moral de las escuelas y
docentes.
¿Qué
beneficios implica el acceso a una computadora, en términos de igualdad de
oportunidades (como lo llama Dubet), en el marco de una escolarización
meritocrática? Es decir, todos accederían a las nuevas tecnologías con las
mismas oportunidades, pero solo algunos podrían hacer uso de ellas con sentidos
emancipadores, críticos, creativos, participativos, y a la mayoría le quedarían
asignados usos escolarizados y fragmentados. Usos empobrecidos, didácticas
conservadoras y estrategias utilitarias, diría Perrenoud (2008).
Terigi
(2010) plantea que, a pesar de la complejidad que pueda implicar pensar la
diversidad en la evaluación, es un tema ético y político urgente que se debe
abordar. Significa desafiar la profecía de las teorías de reproducción (en
términos de Katzkowicz, 2012) que destacan prioritariamente nuestra labor
docente como parte del sistema de distribución injusta de poder y control
social. Se trata de sostener el principio de educabilidad del que habla Terigi
y definir la plena inclusión como aquella situación en la que todos los chicos
pueden aprender en las condiciones pedagógicas adecuadas. Es decir, “en contraposición con los modos de entender
la educabilidad, según los cuales ésta estaría caracterizada por un conjunto de
condiciones que deberían reunir los sujetos para poder aprovechar la
experiencia educativa, aquí sostenemos que la educabilidad es relativa a las
condiciones en que tiene lugar la escolarización” (Terigi, 2004: 9).
La
educabilidad, entonces, es un atributo de la situación y esta situación está al
alcance de los maestros, de las escuelas, de las familias y de las políticas
educativas para que la materialicen. Este planteo insiste en la necesidad de
desafiar la profecía de las teorías de reproducción que conciben el fracaso
escolar y las formas de exclusión como condición necesaria de la lógica del
sistema. Perrenoud afirma que la evaluación existe entre dos lógicas: la que
selecciona, excluye y empobrece, y la que resiste, incluye y aboga contra el
fracaso. Esta convivencia de lógicas “decepciona
o escandaliza a los que luchan contra el fracaso escolar, pero con un poco de
retrospectiva histórica se puede sostener que la existencia de una nueva lógica
(integradora e inclusiva) es una conquista extraordinaria” (Perrenoud, 2008:
18).
Para terminar, compartimos una reflexión de Pablo
Gentili (2011):
"Para universalizar la
educación, no solo es necesario que haya más niños y niñas en las escuelas. Es
necesario también que estas sean cada vez mejores para todos, a fin de
disminuir la brecha que separa a los que acceden a una educación de calidad y a
los que tienen como única oportunidad una escolaridad sin recursos, pobre y
muchas veces abandonada a su suerte. En materia de democracia, la
universalización de la escuela y la igualdad de oportunidades y condiciones
educativas para todos forman parte del mismo proceso. “Universalizar” un
sistema pobre para los pobres y preservar intacto un inventario de privilegios
y oportunidades para los sectores más ricos es lo que se ha hecho durante buena
parte de nuestra historia" (2011: 17).
¿Podría
ser la evaluación mediada por las tecnologías una herramienta potente para
revertir esta situación? Pensando
en la evaluación auténtica: ¿qué, cuándo y por qué?
Habitualmente,
al mismo tiempo que planificamos los contenidos y tiempos de enseñanza,
planificamos los contenidos y tiempos de las evaluaciones. Necesariamente, en
estos diseños hacemos recortes y seleccionamos qué evaluar, cuándo y por qué.
Criterios
que se sugiere que tengan en cuenta como estrategia de autoevaluación:
- capacidad
de reflexión sobre la propia práctica y de revisión de esta;
- construcción
de argumentos basados en conceptos y teorizaciones que permitan superar
opiniones del sentido común;
- capacidad
de relación entre la mirada de Connell y los conceptos desarrollados en
esta clase;
- capacidad
de integración de las reflexiones personales elaboradas en la clase
anterior desde una mirada crítica y analítica.
Fuente:http://postitulo.educacion.gov.ar/
Hola Vanesa: nuevamente te paso como debe citarse el texto.
ResponderEliminarCómo citar este texto:
Roldan P. (2013). Clase 1: Evaluación como relato. Seminario Intensivo 1
Especialización docente de nivel superior en educación y TIC. Buenos Aires: Ministerio
de Educación de la Nación.